Ayer platicaba con una voz lejana; está a más de cuatro mil cuatrocientos cuarenta y cuatro kilometros. Fue una plática interrumpida por otras pláticas al azar. Destacando de entre ellas la plática de la chica sorda que tenía que tomar un exámen en otra ciudad y preocupada cuestionaba a su madre sobre viajar o no viajar por la infidelidad de su esposo. Fue una tarea Malincheana, interpretar lo interpetado e interpretar lo dicho.
Sí, ya han sido ocho meses y un día desde que me deshice del fantasma más pesado. El fantasma aquél que me acechaba y me seducía desde que aprendí a hablar. El fantasma que me llevaba a decir "sí" cuando Don J.G. me preguntaba "Beto, ¿ya hablaste a tu casa?", el que me hacía que negara el fumar cigarrillos siendo que el olor del humo era evidente, el que me hacía hacer tantas y tantas cosas que hirieron a demasiada gente y todo por un temor desabotonado.
He dejado de mentir y es lo mejor que he hecho en toda mi vida. Se siente genial y no puedo dejar de estar feliz.
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