El reloj casi marca las siete de la tarde.
El viento ausente desacaricia una bocanada.
Miro al reloj y son casi las siete.
El agua se marchita,
el fuego se adelgaza y
el reloj, el reloj, casi marca las siete.
Hoy probé lo amargo de tu ausencia.
Decidí flotar un rato mientras caminaba
y deseé no desear nada.
El reloj marca, casi, las siete de la noche.
Y yo, segundo a segundo, sigo viviendo con él.
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