Soy el árbol que florece en invierno.
La fruta que se da en primavera.
El Dios que tardó ocho días en crear el mundo,
aquel tonto taciturno por vez primera.
Soy el árbol que muere en verano.
La falta de aliento de una ramera.
La última victima del océano
y, sí, el último nudo de la hoguera.
Soy quien soy. Es cierto.
Y también sé quién eres tú,
pues conocí el ahogado desierto
la vez aquella que fui tú.
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