miércoles, 28 de febrero de 2007
Ángeles
Ayer, vi a un ángel saliendo de un elevador. Iba a escribir sobre eso pero ayer por la noche mi hermano envió un correo electrónico...
Un lustro ha pasado y aún pareciera que fue ayer.
que por angas o por mangas El Abuelito se fue.
Y, no, no hace falta ser un dotado para expresar el dolor.
Ni siquiera ser un tarado para no ignorar el verdor.
Ese verdor que El Abuelo nos trajo y que al irse se fue.
Ese verdor de cero a veintiuno y ese dolor que nunca se fue.
Hoy, por enésima vez lloré. Lloré por la mañana. El mañana nunca llegó para él.
Algunas veces me pregunto por qué fue que pasó. La verdad no importa porque como lo dijo El Huevo fue su decisión.
Ahora, tontamente, me obligo a escribir. Y aunque Don Huevo diga que escribo mejor que él de nada me ha servido para expresar el todavía latente dolor.
Muchas veces me pongo a pensar en que es lo que hubiera pasado contigo si todavía estuvieras aquí. Algunas veces, cuando regreso a casa aún creo que entrarás a mi recamara a despertarme a primera hora del día con esa estúpida sonrisa de alguien que sabe que está haciendo algo malo y que encierra la emoción contenida e inexpresable y que me preguntarás "¿Qué onda güey? ¿Cómo estás?". Y yo con la resaca encima sólo atinaría a decirte "Bien güey, y tú ¿qué pedo?". Ahora lamento que en ninguna de esas veces nuestro saludo nunca pasó de un saludo de abrazos y un abrazo. Lamento que nunca te abracé por la cintura, te levanté en vilo y te di vueltas por el aire mientras te decía "Te quiero un chingo cabrón". Mas yo sé que lo sabias. Y sé que sí algo me hubiera pasado alguna vez tú lo hubieras sentido tanto cómo yo siento el que te hayas ido. Las palabras estaban de más entre nosotros. Sabíamos lo que sentíamos y sabíamos que eramos hermanos nada más que de diferentes papás. Estoy seguro que eso era lo que sentíamos porque yo te conozco más que todos los demás; incluso, te conozco más que a mí.
Me gustaría que aún estuvieras aquí. Me gustaría poder invitarte a visitarme (aunque nunca lo hicieras). Me gustaría que me preguntaras nuevamente "¿qué se va a armar?" y qué cuando yo te preguntara "¿cuánta lana traes?" me contestaras "Diez pesos". Me gustaría que estuvieras aquí para poder preguntarte por qué chingados siempre traías diez pesos nada más. Me gustaría poder pelear contigo nuevamente por el asiento delantero del coche de Aldo. Me gustaría ir una noche a emborracharnos al Madrid, caminar hasta la plazuela mientras fumábamos cigarrillos, compartir un taxi de regreso a casa de mi abuelita, bajarnos los dos ahí, planear vagamente lo que haríamos la noche siguiente (no sé porque hacíamos esto si siempre acabábamos haciendo lo mismo), resolver la conversación con un "me hablas mañana", despedirnos con un "chido" y verte partir camino a tu casa mientras yo trataba de abrir el barandal y tú buscabas el encendedor para prender la bacha que siempre te sobraba.
Te conozco más que todos, mas todos los que pudimos conocerte te amamos igualmente. ¿Y quién chingados no podría hacerlo?
Ayer, vi a un ángel saliendo de un elevador. Hoy por la mañana, pensé que era un idiota, que los ángeles no utilizan elevadores. Esta noche, sé que sí lo hacen. Algunos, como el que vi ayer, lo utilizan para bajar. Otros, como tú, lo utilizan para subir. Para subir a alturas tales que el regreso resulta una tarea imposible. Hace rato me preguntaba ¿por qué habías tomado el ascensor? Ahora lo sé, lo tomaste porque estabas cansado de esperar.
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